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El árbol genealógico del poder en Colombia
Andrés Ospina



Que en Colombia el poder se transmite por consanguinidad es un hecho.

Que ha sido una especie de brebaje inaccesible al que sólo han llegado quienes por herencia o por lambiscona habilidad logran comprarlo, también lo es.

Que casi todos aparecemos pasivos, cuando no satisfechos, con ese cómodo orden de acontecimientos imposible de frenar, de igual forma lo es.

Y si no es así que lo digan las revistas y espacios televisivos de farándula o los programas radiales en donde se dibuja a una Colombia fashion, cosmopolita y bilingüe.

Entonces me pregunto... ¿de qué puede servir repetir esto que muchos han dicho una y otra y otra y una y una y otra vez?, ¿por qué?

Tal vez, y la explicación suena tonta, es porque el sufrimiento parece hacerse más soportable cuando gritamos o cuando exclamamos algún improperio a destiempo, si nos hemos, o, como en este caso, nos “han” golpeado en algún lugar en donde no deja de dolernos, aunque creamos o queramos creer que no es así.

No mencionaré nombres porque me parece que la investigación sobre sangres y abolengos es digna de un afamado genealogista y requeriría una presentación gráfica atractiva y una serie de explicaciones complejas, que tal vez algún día hagan parte de un libro, que confieso espero escribir y que sé no va a a ser publicado.

Al comenzar la semana que mañana termina y por casualidad tuve conocimiento del fallo de un concurso de cuentos sobre fútbol al que creo se bautizó con el no muy inteligente nombre de “El primer gol del Mundial”. Los promotores eran el noticiero CM&, la revista Diners, RCN Televisión.

El equipo ensoñación de jurados estaba compuesto por Juan Gossaín, Germán Santamaría y Yamid Amat, nombres harto conocidos por la mayoría del país.

Entre los ítems y normas que regían la competencia estaban:

1. El cuento debe ser inédito.
2. El cuento debe tener como tema central el fútbol. (Ésta es la única característica temática obligatoria).
4. Podrán participar todos los colombianos residentes en el país o en el exterior.
5. Cada autor puede participar con un solo cuento.
6. El autor debe identificarse con su nombre propio y número de cédula, dirección postal o electrónica y teléfono.

Sé de dos buenos amigos que formaron triste parte del grupo de más de 3.000 personajes inscritos en el balompédico--literario certamen, tal vez con la ilusión de obtener alguna de las tres preseas prometidas (cinco millones para el campeón –y lo digo futbolísticamente–, tres para el subcampeón, y dos para el tercero), y hay qué decirlo, un reconocimiento especial en la edición de junio de la revista, dedicada al "deporte rey".

Ya era hora de que las entidades crediticias retribuyeran con algo todo el dinero obtenido en muchos casos por descarado agiotaje, haciendo algo por la cultura, si es que hay algo que pueda ser llamado cultura.

 


 

No pude creer –y en ello me culpo por mi propia ingenuidad–, cuando me enteré de quiénes fueron los ganadores. No lo pude creer porque, aunque se trataba de un acontecimiento del todo pronosticable, todavía me queda algo de candidez. Y no me siento orgulloso de ello.

La noticia "positiva" del fallo decía, entre otras cosas que...

“Los escritores colombianos Óscar Collazos y Mario Mendoza compartieron el primer puesto (...) Germán Santamaría, director de la revista Diners y uno de los miembros del jurado del concurso, dijo que los colombianos presentaron casi tres mil cuentos y que los ganadores se decidieron por unanimidad”. En sus declaraciones ambos parecían estar sorprendidos con la elección, mientras que Santamaría recordó que ambos se ganaron "una platica considerable; unos cinco milloncitos de pesos".

Entonces me visitaron las obvias preguntas que supongo asaltaron de manera parecida a quienes se inscribieron en la competencia harto ilusionados, si no escépticos, suponiendo había alguna opción de ganar:

¿Cómo puede ser que entre 3.000 obras sean precisamente elegidas las de Collazos y Mendoza, autores cuya calidad no creo sea el motivo a discutir aquí porque los hemos visto y leído hasta la nausea por doquier, pero cuyas viviendas con seguridad deben estar atiborradas de premios y reconocimientos, así como sus cuentas bancarias (tal vez con tarjeta Diners incluida) lo deben estar de ceros y más ceros a la derecha?

De haber sido legítimo el fallo del jurado, situación que tampoco pienso hacer objeto de polémica aquí (pero que aclaro no encuentro posible)... ¿no es un absoluto despropósito el que dos autores de tan reconocida trayectoria hayan enviado sus cuentos para competir con quienes están buscando hacerse un nombre en el mundo de las letras por "miserables dos millones y medio de pesos"?

¿Si había tres ganadores por qué sólo se dio relevancia a las dos primeras vedettes? No hay problema: como de justificar la transparencia del evento se trataba, dispusieron a un segundo y a un tercero, ambos desconocidos, que cual monigotes (sin que de ello tengan la culpa) se hicieron al virreinato y el trirreinato, para dejar en claro que los anónimos sí habían sido tomados en cuenta.

Pero en ninguna de las noticias que he visto y oído, aparte por supuesto de la emisión radial en la que se hizo el anuncio, se ha hablado de ellos. El segundo, cuyo nombre es Jaime Humberto Pérez Salazar, está recluido en la cárcel de Barranquilla (Pabellón A, Celda 14), para efectos dramáticos, conmovedores y lacrimógenos, y el otro es un “desconocido de Cartagena” de nombre Francisco Pinot con una obra llamada “La selección”.

Mala selección fue la que hicieron con aquel primer lugar en el podio, señores Santamaría, Gossaín y Amat. ¿Será tal vez que les asaltó cierto prurito insoportable de culpa ante la perspectiva de hacer que los célebres Mendoza y Collazos se supieran perdedores entre la gleba literaria?

Como de poder se trata, cabe decir además que el Fiscal General de la Nación, Mario Iguarán, envió un cuento (que se supo llegó una semana después del cierre de la convocatoria) cuya calidad no fue suficiente como para hacerse acreedor al pastel de premios, pero que será publicado, según el mismo Santamaría, “por tratarse de un esfuerzo de un hombre tan importante y ocupado como el señor Fiscal”. Pobre de él. Tan ocupado, tan importante y haciendo cuentos. Quizá por eso el suyo arribó tan tarde. Es que con tan poco tiempo...

Añado que Santamaría fue "franco", muy, muy franco, al afirmar que el Fiscal era mejor fiscal que escritor. ¿Será que no había entre aquellos 2.996 marginados alguien que fuera mejor escritor que fiscal? ¿O será que "Gabo" también envió otro para aliviar un tanto las cargas impositivas que el Estado mexicano debe imponerle año a año?

Y lo que es peor. ¿Cómo es que una entidad que pretende posar de democrática falla a favor de quienes no los necesitan, habiendo tanto menesteroso del cuento en este país, cuando. ellos ya son dueños vitalicios de columnas en el diario de mayor circulación en el territorio nacional, cuando ya han visto quemar películas enteras para hacer largometrajes bien sonados en honor a sus obras, cuando son los mismos de siempre, los mismos de esa indestronable genealogía monárquica y omnímoda del poder en Colombia?

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*Andrés Ospina es codirector y cofundador del desaparecido espacio radial La Silla Eléctrica. La cerveza, The Beatles y Bogotá se encuentran entre sus mayores intereses. De momento es libretista para el magazín cultural CULTURAMA y corrector de estilo en alguna publicación conocida.

 

 
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