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Repensemos a nuestros hinchas
Enrique Martínez

"Arisco, aguantador o farolero,
bohemio, bonaerense o centralista,
dirás: ¡Presente!, con el cuerpo entero
cuando el chivo san Pedro pase lista".

EL HINCHA

Julián Centeya


Siempre han existido los seguidores del juego de la pelota; desde el protofútbol, hace unos 5000 años, hasta la fundación de la primera asociación de fútbol en la famosa “Freemason Tavern” en Great Queen Street de Londres, el 26 de octubre de 1863. Sin embargo, hasta principios del presente siglo a estos adeptos los hemos identificado con un vocablo. En Brasil torcedor, en Francia supporter, en Italia tifosi, en Inglaterra football fanatic o supporter y, primero en Uruguay, luego en el resto de países de habla hispánica: Hincha.

Éste surgió en Montevideo con los partidos que disputaba el club Nacional en el estadio “El Centenario”. Allí un seguidor, Prudencio Miguel Reyes, de profesiones talabartero e inflador de pelotas de su club añorado, animaba a su equipo desde las gradas gritando con sus fuertes pulmones, producto de su segunda profesión, ¡Arriba Nacial! ¡Arriba Nacial! ¡Arriba Nacial!...... En una ocasión otro espectador preguntó en las gradas quién era aquel que gritaba tanto.

- Es Reyes, el hinchador de pelotas.

Así; quien hinchaba los balones dio origen a hinchar, de allí surgió el término hincha, luego generalizaron toda la grada de espectadores como la hinchada. Ya no eran los seguidores pacíficos y entusiastas, de comienzos del siglo pasado, que apoyaban su equipo y recibían al contrario con ánimo de reafirmar relaciones amistosas entre los clubes y sus regiones. En Europa los jugadores y sus amigos, el día anterior al partido, iban a la estación ferroviaria a recibir al equipo contrario con bombos y platillos, para luego conducirlos al hotel donde se realizaban banquetes y pregonaban discursos en torno a la solidaridad y la fraternidad. Después del partido, los jugadores eran conducidos a la estación y despedidos con los gestos más sentidos. Luego el fútbol fue invadido por intereses políticos y económicos anexos a los deportivos y se transformó en un espacio para la protesta violenta.

 

El fútbol se convirtió en un fenómeno social capaz de generar la construcción de identidades colectivas que buscan un mismo ideal: La victoria de su equipo, dentro de un imaginario democrático donde gana el que mejor juegue o tenga mejor suerte. Este escenario le da la posibilidad a los espectadores de exteriorizar su comportamiento con símbolos y ritos, según la procedencia regional que tengan para convertir el espacio en una fiesta cultural a la que todos queremos acceder. Ahora hay quienes pretenden quitarle protagonismo al espacio del terreno de juego, para llevarlo todo a las gradas y a la salida de los estadios, con la violencia.

Ellos son los famosos hooligans, al principio un ritual escocés, que al ganarle al final de la década del sesenta a la selección inglesa se transformó en delincuencia y, por los orígenes ligados en Gran Bretaña a la clase obrera se masificó rápidamente y fue llevado a ser un mecanismo de protesta colectiva para buscar reconocimiento de aquellos que no tenían posibilidades de progresar en un estado democrático. Hoy los hooligans no son mas que desadaptados sociales que tienen como único fin la agresión. Este fenómeno se ha expandido en muchas partes del mundo. En Argentina son las barras bravas y en España a principios de los ochenta se crearon grupos violentos como los Ultra Sur y los Boixos Nois que han generado varias tragedias.

Esos no son los únicos países donde el fenómeno ha surgido y ahora amenaza con proliferar vertiginosamente. Es importante entrar a estudiarlo, por lo menos desde la academia, para que los investigadores de varias disciplinas diserten desde su saber y entender para luego concertar y entregar una solución a los entes que administran el fútbol. No podemos pasar por alto este problema. El fútbol no es sólo un juego de veintidós personas detrás de una pelota, como decía Jorge Luis Borges. Este es practicado según Jean-Francois Nys, profesor de la Universidad de Limones, Francia, por 162.346.388 millones de personas en el mundo a la fecha de 1997 (1). ¿Entonces, cuántos seremos sus seguidores?

La violencia en el fútbol tomó tanta fuerza que el término hincha según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española ya no es únicamente el de “partidario entusiasta de un equipo deportivo” sino que antepone los conceptos “odio, encono y enemistad”. Los hinchas ya están marcados como un fenómeno social de interés. Estamos a tiempo de estudiar el problema, pese a que el fenómeno ya paso las fronteras de los discursos en nuestra golpeada Colombia; cuando nuestro premio nobel en una discusión sobre el comportamiento de la opinión pública frente a los principales asuntos nacionales dijo, “El problema en Colombia es que no tiene opinión pública sino hinchas (2).”

* Enrique Martínez es periodista y lliterato.

(1) Ver Nys, Jean-Francois. Una apuesta económica. En FÚTBOL Y PASIONES POLÍTICAS. Edición a cargo de Santiago Segurola. Editorial Debate, S.A. Madrid, España, primera edición, marzo de 1999. Páginas 69-79.

(2)Ver Pombo, Roberto. Un país de fanáticos. En Revista CAMBIO 16, No. 8. Santa Fe de Bogotá, Colombia, Septiembre 6 de 1999. Página 8.

 
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