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Caoslombia
Hugo Alejandro Bernal (Columnista invitado)

En el principio del mundo todos los seres eran inmortales, por lo que los hombres no se distinguían de los animales ni los animales de los hombres. Cuando el tiempo fue el preciso nació el día gobernado por el rey sol y con estos la noche regida por la diosa luna. A raíz de los anteriores hechos los hombres quedaron en un mundo y los animales en otro. Lamentablemente desde entonces dejaron de ser inmortales, por eso podían enfermarse y fallecer.

Un día al inicio de los tiempos el dios sol le dio a una criatura su color, su fuerza y su voz que se asemejaba a un trueno. Mirando la gran cantidad de hombres existentes en la tierra eligió a uno de ellos y le proporcionó los dones de aquel magnifico ser. Al llegar la noche el escogido se llenó de resplandor y se pudo mover con la agilidad de los felinos que en este se manifestaba como un hermoso jaguar amarillo con manchas negras, musculoso y rápido. Avanzaba sigilosamente por la selva con sus ojos que podían atravesar la oscuridad y observar lo que ningún otro hombre puede ver en las noches negras. Sin pensarlo llegó a un poblado donde se encontraban hombres y mujeres que se asustaron al ver la impresionante presencia de este ser.

Convertido en un jaguar aquel hombre les dijo que su misión era cuidarlos y guiarlos en sus pensamientos. Después de esa noche el elegido volvió a ser humano de nuevo y los habitantes de aquel sitio lo acogieron como un guía que los iluminaría por los difíciles caminos de la selva de sus mentes.

Tiempo después un patriarca anunció que un día el sol había de reencarnar en el hijo de una bella doncella, que luego de alumbrarlo continuaría siendo virgen. Cuando la profecía llegó a los oídos de las dos hijas del cacique de ese pueblo, las dos desearon con ardor ser las jóvenes elegidas por el sol. De esta forma cada día al amanecer las jóvenes salían hasta un cerro cercano y se detenían allí a esperar la salida del astro rey para que las acariciara con sus primeros rayos.

Pasaron los días hasta que a una de las muchachas empezó a crecerle el vientre y después de nueve lunas, la bella dio a luz una esmeralda reluciente. Paso el tiempo y aquella esmeralda se convirtió en un hermoso y fuerte niño a quien llamaron Goranchacha, que significa hijo del sol. A sus veinticuatro años y sabiendo su sagrada procedencia, Goranchacha decidió salir a conocer el territorio muisca para recibir los honores que su origen le otorgaba. Luego de su paso por Ramiriquí, Sogamoso y las Peñas de Paipa, terminó gobernando en el primer sitio por donde avanzó.

Como gobernante Goranchacha era muy severo y cruel, tanto que sólo se le podía hablar postrándose ante él, con la frente tocando el suelo y sin mirarlo a la cara porque el menor desacato era castigado con absoluto rigor.

Hizo levantar un templo dedicado a su padre el sol, lugar que visitaba varias veces al año después de una procesión que duraba alrededor de tres días, mismo tiempo que empleaba allí orando y honrando a su amado padre.

Cuando los conquistadores llegaron a Santa Marta, Goranchacha supo que no se detendrían y llegarían hasta su pueblo. Goranchacha reunió a sus súbditos y les dijo:

·Un día que será muy pronto vendrán hombres fuertes, feroces con poderosas armas que nos humillarán y nos harán sus esclavos. Esos hombres son crueles, así que cuando llegue el momento nadie se apiadará de nosotros. Después de mucho tiempo arribará el día en el que nuestros descendientes teñirán las aguas con la sangre de patriotas, ellos lucharán contra sus propios hermanos en un absurdo conflicto en donde se perderán las vidas de valientes hombres que serán ejecutados por el grave delito de pensar en una tierra llena de horror.

Los pobladores de estas tierras abandonarán las elementales leyes del gran Nemequene (padre de la ética) y se dejarán envolver por la ira ciega de Chibafruime (dios de la guerra y la destrucción).

La maldad desatada será tan grande que hasta Chia y Bachué atemorizadas huirán hacia el templo del sol, mientras Bochica intenta fallidamente acabar con esa barbarie. Como yo no quiero ver sufrir a este amado pueblo me iré. Sin embargo un día volveré y los haré libres. Al terminar su discurso Goranchacha entró en su casa y desde entonces nadie lo volvió a ver.

Tras el implacable paso del tiempo los conquistadores españoles saquearon nuestras regiones y exterminaron a nuestros valiosos antepasados. Luego de la campaña libertadora de Simón Bolivar, pasando por el movimiento de Manuel Quintín Lame, que buscaba defender los derechos de los indígenas a poseer sus tierras, hasta los asesinatos de Jorge Eliécer Gaitán y más recientemente de Luis Carlos Galán, añadiéndole la actual violencia producida por los grupos al margen de la ley, las palabras pronunciadas en el pasado se han convertido en una realidad latente, Colombia parece estar destinada a la destrucción total.

El mayor delito que hemos cometido nosotros como colombianos es el ser cómplices pasivos de todo el caos que reina en el país. Parece que viviéramos dentro de una coraza que nos hace ignorar la gran problemática social del pueblo, nos hacemos los ciegos y los sordos ante las personas que nos suplican por un pedazo de pan en las calles. Aquellos relegados son tratados como la escoria de la sociedad, como un desecho que simplemente refleja las causas y las consecuencias de la injusticia con la cual hemos sido gobernados desde hace mucho tiempo.

Deberíamos dejar de alienarnos con el gran opio del pueblo la televisión, que día tras día destruye la poca inteligencia que aún nos queda y de una vez por todas hacer frente a esta catastrófica realidad.

Quizás mientras algunos se entretengan escuchando el facilismo empleado en la radio y se vislumbren por la frivolidad de la basura del espectáculo, otros busquemos llevar a nuestra mente a algún lugar lejos de la mundanal avalancha del excremento de los medios.

Los únicos que verdaderamente merecen llevar el título de colombianos son las personas que pertenecen a todas las comunidades indígenas. Esa gente siente más que nadie un infinito amor y respeto por nuestra tierra, ellos únicamente buscan vivir en armonía con la naturaleza y son nuestro mayor legado cultural. Es triste darse cuenta que esas comunidades son las primeras víctimas de las balas de uno u otro bando, cada vez son más los miembros de algún pueblo indígena grandes damnificados de la ineptitud el estado para proteger a sus ciudadanos.

Los que ejercen el poder en Colombia siempre han sido y serán los mismos, a ellos sólo les interesan sus propias necesidades, son como asquerosos cerdos que se revuelcan sobre el repugnante lodo de su ambición jugando de esta forma con las ilusiones de todos los ciudadanos.

No únicamente los UWA sino la mayoría de la población aborigen del país esta a merced de cualquier atropello por parte de los violentos.

Este es de alguna forma u otra un pequeño homenaje a esa gente, a esa raza que tiene sus raíces muy dentro de las entrañas de esta nación y que siempre serán nuestros autóctonos compatriotas.

Todos ellos representan la riqueza y la sabiduría de la que todos nosotros deberíamos estar orgullosos.

 

 
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