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Una matanza preventiva
Alexandra Cardona Restrepo

Según la genial teoría de la "guerra preventiva" desarrollada por el actual presidente de los Estados Unidos, debemos deducir que hay matanzas buenas, justas y merecidas y otras malas, injustas e inmerecidas. Por ejemplo, la guerra de Irak que sigue los principios de Bush es buena, no hay duda. Buena porque nos protege del enorme peligro que representan las armas nucleares en manos de gente que, con seguridad, las utilizaría para ejecutar matanzas malas.

Es verdad que a estas alturas de la guerra, que amparado en su aguda teoría sobre las matanzas buenas y malas iniciara el sr. Bush en Irak hace un año, sabemos que las armas nucleares de Irak no existen. Eso es verdad, pero de acuerdo con el sr. Bush y con los jefes de Estado que lo acompañan en su caritativa guerra, no invalida la guerra preventiva. Por el contrario, plantea un nuevo reto para estos cruzados del bien, porque si las temibles armas nucleares no estaban en Irak deben hallarse en otro lugar del planeta. ¿En dónde?, en un territorio, cualquiera, con inmensos yacimientos de petróleo, condición sine que non de la guerra preventiva, hacia donde los líderes del mundo deben mirar para comenzar a planear la respectiva guerra preventiva.

A estas horas los paladines de la justicia del siglo XXI se devanan los sesos para determinar hacia qué lugar orientar sus misiles, sus bombas racimo, y toda la tecnología con la que ejecutan las matanzas buenas, para iniciar la nueva guerra preventiva. Eso sí, entre ellos saben que jamás miraran hacia Estados Unidos, donde se sabe que sí hay armas nucleares que podrían arrasar con la humanidad, porque a diferencia de los otros potenciales enemigos del planeta esas, las de Estados Unidos de Norteamérica están en buenas manos. Todos podemos dormir tranquilos porque las armas nucleares, que está confirmado existen, sólo obedecerán al lúcido cerebro del hombre que ha sido capaz de crear y ejecutar la teoría de la guerra preventiva. Un hombre, quizá el único en el planeta, que tiene la virtud de distinguir entre el bien y el mal sin margen de error.

En Irak, Afganistán y en todos los lados donde los paladines del bien han intervenido, se han producido matanzas de todos los calibres. Una suma desconocida hasta el momento de hombres, mujeres, niños, ancianos, entre los que se cuentan algunos soldados y mucha población civil han caído acribillados por el fuego del bien. Barrios residenciales, hospitales, escuelas, tesoros históricos de la humanidad, ciudades enteras han sido arrasadas por la batalla del bien que lidera el sr. Bush. Contienda que pese a las buenas intenciones de sus gestores sólo puede traer desgracia, dolor, miseria y rabia para sus víctimas.

Pero estas víctimas, esas poblaciones, como ha explicado Bush y los presidentes, entre los que vale recordar está el de los colombianos, hacían parte del eje del mal y por consiguiente, aunque duela, merecían su matanza. Otra cosa muy distinta ocurre con los inermes ciudadanos del mundo del bien, que sin ninguna responsabilidad, caen víctimas del fuego del mal. Es decir, víctimas como las de Atocha.

Sin embargo, hay algo que los paladines de la justicia parecen no entender: a nosotros, al común y corriente de los habitantes del planeta que nos sabemos blancos ideales del bien y el mal, nos duele, nos aterra de igual manera los pedazos de mujer iraquí masacrada por un misil aliado, el anciano afgano perforado por la metralla del bien, como el joven español o colombiano asesinado por una bomba en una estación de tren de Madrid. Y por eso, sólo por ese terrible hueco que se nos ha abierto en el corazón ante semejante carnicería, nos resulta imposible tragar entero el cuento de las bondades de la guerra preventiva que el sr. Bush y sus asociados promueven. Cuento que con la misma indignación rechazaríamos si los autores de las bombas de Madrid pretendieran justificar este acto explicándonos que obedeció a la necesidad de realizar una Matanza Preventiva cuyo fin último sería el de proteger a la humanidad.

¿Acaso el sr. Bush y sus aliados en su inmensa sabiduría, considerarían la tesis de la Matanza Preventiva como argumento válido para justificar estas nuevas víctimas del terror? ¿Será que Bush, o cualquiera de sus aliados, pueden explicarnos, por qué los muertos que caen por orden de Bush se lo merecen y los otros muertos no? ¿Dónde, dónde estará la diferencia?

*Alexandra es también conocida por su remoquete Sumercé.

 
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