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Una imbecilidad en blanco y negro
Andrés Ospina

“But I see your true colours shining through,
I see your true colours and that's why I love you,
So don't be afraid to let them show
your true colours are beautiful
like a rainbow”

Cindy Lauper, True Colors

Revista Memín (2002)Quizá sea –al menos en Colombia– mi generación, aquella cercana a los innombrables 30, la última capaz de recordar con alguna vaguedad borrosa la figura de Memín, o mejor aún, de Memín Pingüín, aquel bonachón preadolescente, emblema del cómic mexicano surgido en los años 40 y distribuido en el país del Sagrado Corazón hasta el inicio de los 80.

Le recuerdo, junto a Larguirucho o Copetín –otros héroes decolorados por los rayos del astro rey y elevados a la categoría de inmortales gracias al amarillento papel periódico de revista barata–, a mi también preadolescente juicio, inferiores en jerarquía al chileno rey de todos, Condorito. ¡Muera el Roto Quesada! A otras categorías pertenecían los siniestros cuentos del Doctor Mortis, las historietas de las urracas parlanchinas, las aventuras de Archie o los viajes ilustrados de Flash Gordon.

En décadas tristemente pasadas los desaparecidos “puestos de revistas favoritos” expendían volúmenes alejandrinos de tales publicaciones, diseminándolas en peluquerías, hogares, consultorios pediátricos, entidades educativas y otros establecimientos de sustancias y espíritus varios. Incluso un poco antes, en los 70, los sectores residenciales de villorrios y ciudades soportaban las interminables jornadas de ocio gracias a la presencia de informales negocios de alquiler, venta e intercambio de revistas, sumados a las ventas caseras de helados de mora y guayaba.

Hoy la cultura del cuento, así como la de barrio han idoCopetín frente a la Catedral Primada desapareciendo, o mejor aún desemejándose para abrir espacio, por ejemplo, a las del X BOX o a la del edificio o conjunto residencial. Son otros tiempos, otros lamentables tiempos.

Memín era un pequeñuelo de raza negra y extracción menesterosa, rodeado de amigos, bajo el amparo tutelar de su madre trabajadora. Las historias se movían entre el drama y la grácil candidez del protagonista. Surgió en 1943, creado por el dibujante Alberto Cabrera a solicitud de la escritora Yolanda Vargas Dulché.

El olvidado LargiruchoVargas Dulché, quien era por entonces novia de Guillermo de la Parra, a su vez director de la Editorial Vid, firma que aún publica ediciones semanales de la historieta, se inspiró en los niños originarios de La Habana a quienes había conocido en un reciente viaje a Cuba. Se le llamó “Memín” en honor a de La Parra, que con el tiempo se convertiría en su esposo y “Pingüin” por “Pingo”, acepción mexicana para “muchacho travieso”.

Hace no mucho tiempo, este año, el Servicio Postal Mexicano expidió una serie de cinco estampillas con la figura de Memín, motivados por la nobilísima y sana intención de rendir tributo a los pioneros de la caricatura en la tierra de Cantinflas.

No creo se vislumbren iniciativas similares en Colombia, ni parece posible que algún lejano día aparezcan sellos postales con imágenes facsimilares de las revistas Fantoches, Bogotá Cómico, La Guillotina, o con selecciones de los mejores trabajos de Chapete, ni con el supradicho Copetín o el más reciente y fugaz punk Querubín.

El "Defensor" Jesse JacksonMuchos han entendido a la expedición de tales sellos conmemorativos como un irrespeto. Entre éstos el congresista líder de los derechos civiles en Estados Unidos, reverendo Jesse Jackson. "Es un insulto para los afro americanos en este país. Una cultura se expresa a través del arte. Y este arte es una afrenta no sólo para los negros en Estados Unidos, sino para los negros en México y los de todo el mundo”, dijo.

Yo, que odio el racismo en todas sus manifestaciones no encuentro, sin embargo, viso alguno de insulto en la ingenua y dulzona figura de Memín.

Pero el hecho es que ahora el Gobierno de los Estados Unidos de América, que poco o nada debe saber sobre la historia del cómic en el centro y sur del continente y menos aún sobre la importancia de Memín Pingüín para tal historia se ha pronunciado acerca de los sellos con los siguientes comentarios textuales extraídos del comunicado de prensa expedido por la agencia EFE:

“El portavoz de la Casa Blanca, Scott McClellan, explicó que, aunque la emisión de sellos se trata de un asunto interno mexicano, ‘los estereotipos raciales son ofensivos, no importa cuál sea su origen, y el gobierno de México tiene que tenerlo en cuenta’.

‘Imágenes como ésa no tienen cabida en el mundo moderno’, agregó McClellan.

 



 


 

 

Varias organizaciones pro-defensa de las libertades civiles han protestado por la emisión de esos sellos, que consideran racistas, y la controversia captó ayer la atención de los principales diarios de Estados Unidos.

Stephen Hadley "El Indignado"El consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Stephen Hadley, se sumó a las críticas al calificar a los timbres como ‘inapropiados’.

‘Nuestra posición es que no hay lugar para este tipo de cosas. Es totalmente inapropiado y lo hemos dejado claro’, afirmó Hadley en rueda de prensa.”

El pasado 13 de mayo el presidente mexicano José Vicente Fox cometió la insultante ligereza de lamentarse, sin miramiento alguno por los muchos mexicanos residentes en Estados Unidos puesto que éstos estaban dedicándose a “trabajos que ni siquiera los negros quieren realizar”, desatinada apreciación con insinuaciones acaso racistas. Sin duda una salida en falso cuyas repercusiones deberían haber sido mayores que las del caso Memín. Pero no ocurrió así.

El reverendo Jackson fue más lejos con el tema postal y conminó al presidente Fox a suspender la distribución de las estampillas porque éstas eran “ofensivas para los negros".

Con digna sensatez el canciller mexicano, Luis Ernesto Derbez, se refirió a tales opiniones como “una falta total de conocimiento de nuestra cultura y una falta de respeto”. Con mayor razón al tener en cuenta que el propio Memín fue tal vez por medio de sus historias uno de los responsables de acercar al pueblo mexicano a los más de 200 mil negros que residen en territorio azteca.

Encuentro bastante ridículo de parte del Gobierno norteamericano el elevar un asunto de tan poca trascendencia a instancias diplomáticas y de nuevo adivino cierta medida de intromisión al “insinuar” la descontinuación de las sonadas estampillas.

Aún peor, hay un gesto de hipocresía suma por parte de los acusadores al olvidar los muchos estereotipos ofensivos de los que pueblos como el latinoamericano, el asiático o el mismísimo afroamericano han sido objeto con la venia de las más altas esferas gubernamentales en Estados Unidos.

No quiero extenderme demasiado a tal respecto, pero recordemos, para citar solo un caso, la poco decorosa presencia del latino en el cine de Hollywood. Nuestras ciudades aparecen como malsanas selvas húmedas, pobladas de insectos hematófagos mortíferos, habitadas por obesos hombres de prominentes eventraciones y bigotes mazamorreros, y rollizas mujeres de sucio aspecto, todos ellos dedicados en su mayoría a actividades delincuenciales.

Los latinos en el cine holywoodense suelen ser guerrilleros, inmigrantes ilegales, narcotraficantes, peones o sirvientes cuyos coeficientes intelectuales se encuentran muy por debajo de la media tolerable. Pero eso no es un irrespeto.

Afiche promocional para Saludos Amigos (1949)De hecho el gran Condorito surgió debido a la indignación por parte del caricaturista René Ríos Boettiger, Pepo, al ver la película de Disney Saludos amigos (1949) largometraje en el que Chile era representado por un avión bimotor que volaba con dificultad en mala analogía al cóndor. Pero eso no es un irrespeto.

El asunto, por supuesto, trasciende el frívolo ámbito de la industria del entretenimiento. El conductor de programas para CNN Lou Dobbs, dijo hace poco aludiendo a la avalancha de latinos en los Estados Unidos que: “Los inmigrantes ilegales están trayendo peligrosas enfermedades a este país” para luego añadir: “la invasión de extranjeros ilegales está amenazando la salud de muchos americanos. Enfermedades altamente contagiosas están entrando por nuestras fronteras”. Ese tampoco es un irrespeto

No soy fanático ni seguidor pasivo de Memín, y hace más de 10 años no abro una revista para ponerme al tanto de sus aventuras. Me quedo con Condorito, su challet, su Hocicón y su Bar el Tufo. Pero tampoco encuentro justificación alguna como para procurar intervenir en minucias postales de poca trascendencia so pretexto de defender la igualdad y combatir la discriminación. Y ese sí que es un irrespeto... y un acto de entrometimiento.

 

*Andrés Ospina es codirector y cofundador de La Silla Eléctrica. La cerveza, The Beatles y Bogotá se encuentran entre sus mayores intereses.

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